Las "Virgenes de la Buena Leche" son representaciones artísticas de la Virgen María amamantando al niño Jesús. Estas representaciones son comunes en el arte sacro cristiano, mostrando a María en un momento íntimo de maternidad y lactancia. La imagen refleja la ternura y el vínculo entre madre e hijo, y es una expresión de la devoción mariana en muchas tradiciones cristianas.
En el corazón de Santa María de Trujillo, se erige majestuosa una talla de granito que cautiva con su elegancia y devoción. Esta obra de arte, meticulosamente esculpida, representa a la Virgen de la Buena Leche, una imagen venerada por generaciones como símbolo de maternidad y amor divino.
Cada surco en la piedra cuenta una historia de fe y devoción. La suavidad de las curvas que envuelven al niño Jesús en los brazos de María contrasta con la solidez del granito, creando una armonía única entre lo terrenal y lo divino. Es una representación de la delicadeza maternal en un medio tan robusto como la piedra misma.
Esta pieza es el fruto de un proceso meticuloso de fotogrametría, que capturó con precisión cada ángulo y detalle de la talla original. Con más de 500 fotos como testigos, el arte se transformó en datos digitales para luego renacer en forma de impresión tridimensional, llevando consigo la esencia misma de la escultura original.
Al contemplar esta obra, el espectador es transportado a un momento de quietud y reverencia. Es un recordatorio de la importancia de la maternidad, del amor incondicional que traspasa las barreras del tiempo y del espacio. Es un tributo a todas las madres, cuyo amor nutre y sustenta la vida misma.
La Virgen de la Buena Leche en granito es más que una escultura; es un símbolo de esperanza y consuelo, una manifestación tangible del poder transformador del amor maternal. En su presencia, encontramos un refugio para el alma y un recordatorio de la eterna conexión entre madre e hijo.
Esta pieza, ubicada en la iglesia de Santa María de Trujillo, no solo es un tesoro artístico, sino también un faro de luz en medio de la oscuridad, recordándonos que, incluso en los momentos más difíciles, el amor maternal prevalece.
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La representación de la Virgen María amamantando al niño Jesús, conocida como Virgo Lactans o Madonna Lactans, tiene raíces muy antiguas en el arte cristiano. Parece que esta imagen podría haberse inspirado en representaciones similares de la diosa egipcia Isis amamantando a Horus.
La imagen de la Virgen Lactante gozó de gran popularidad, especialmente durante el Renacimiento, pero su representación pública disminuyó tras el Concilio de Trento (1545-1563), que mostró preocupación por la representación de desnudez en el arte sacro. El auge de la crucifixión como símbolo central también influyó en este cambio.
Las Vírgenes Lactantes tienen raíces en el arte paleocristiano y bizantino (siglos II-V), donde se enfatizaba la humanidad de María y Jesús. Su auge ocurrió en la Baja Edad Media (siglos XIII-XV), vinculado al misticismo femenino y a la exaltación de la maternidad como símbolo de caridad. Estas imágenes reflejaban la doctrina de la Encarnación, destacando que Jesús fue alimentado como cualquier niño. En el Renacimiento, perduraron en zonas rurales y conventos, muchas fueron escondidas y sustituidas por otras figuras mas pulcras como sucedio en Trujillo con esta imagen que se llevo a una finca donde ha permanecido olvidada durante siglos.
La Virgen de la Buena Leche en Trujillo es un testimonio de la religiosidad medieval que fusionaba lo humano y lo divino. Su supervivencia refleja la importancia cultural de estas imágenes en Extremadura, región donde el sincretismo religioso y la devoción mariana han sido pilares históricos. Hoy, su estudio invita a reflexionar sobre la evolución de la iconografía femenina en el arte sacro.