La Mirilla de Dionisio

Un Tesoro del Museo de Mérida

La Mirilla de Bronce: Un Viaje a la Antigua Roma

En el silencio sagrado de un museo, entre mármoles que susurran historias milenarias y bronces que aún guardan el calor de manos olvidadas, existe una pieza que va más allá de su forma. No es solo un objeto; es una ventana diminuta al alma de una época, un portal de bronce labrado con la fantasía de los dioses.

Hablamos de una mirilla. Pero no una mirilla cualquiera. Sus **treinta y un centímetros de longitud** y sus **once de altura** no son meras medidas; son el lienzo donde la vida y la devoción se entrelazaron en el antiguo esplendor de Roma. Fue hallada entre los vestigios calcinados de una puerta, como si el fuego, en su furia devoradora, hubiera querido purificarla, para que su esencia se revelara con mayor fuerza.

Según la sabia mirada de la arqueóloga Rocío Ayerbe, este bronce cobra vida, y nos permite atisbar una danza ancestral. Allí, en su superficie patinada por el tiempo, se despliega una procesión divina. Es **Dionisio**, el dios del vino, de la vegetación que renace sin cesar, del tiempo que fluye y se renueva. Le acompañan sus fieles compañeros de éxtasis: el rústico **Pan**, con su flauta que evoca los bosques y las criaturas salvajes; el **Sileno**, quizás ebrio de sabiduría y vino, con su sonrisa cómplice; y las **Ménades danzantes**, con sus cuerpos en torbellino, perdidas en el frenesí sagrado.

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(Te lo contamos para que puedas escuchar la historia de esta pieza fantástica.)

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Galería de Imágenes

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Más Sobre la Mirilla y su Contexto

Imaginemos esa puerta. No solo un umbral, sino una frontera. Los romanos la encomendaban a **Jano**, el dios de dos rostros, guardián de los finales y los comienzos, aquel que inspiró el nombre del primer mes del año. Pero esta mirilla, con su relato dionisíaco, añadía otra capa de significado. Quizás, al mirarla, los habitantes buscaban no solo protección, sino la bendición de la abundancia, la fertilidad que Dionisio prometía, el gozo desinhibido que transformaba lo cotidiano en fiesta.

Esta mirilla no solo es una pieza de arte y artesanía romana, sino también una ventana a las creencias, la vida cotidiana y la simbología en Augusta Emerita. Seguramente es una de las joyas que el **Museo Nacional de Arte Romano de Mérida** expone con orgullo, ofreciendo a los visitantes una conexión tangible con el pasado.

Cada detalle en el bronce cuenta una historia, desde la expresión de los rostros hasta la fluidez de los cuerpos danzantes. La supervivencia de esta pieza, a pesar del fuego, nos permite hoy apreciar no solo la maestría de los artesanos romanos, sino también la perenne relevancia de los mitos que daban sentido a su mundo.

Trabajamos en diferentes modelos a escala para ofrecer replicas y recreaciones de esta pieza.