Ví la musa indolente de las revelaciones, blanca y seminal, fluyendo de mi sueño como la lenta resina de un lienzo. Tendió su mano y conocí la sombra:
Paredes impregnadas de anónimos desnudos, cuerpos abocados al placer y la desesperación, retretes apilados en paredes enfermas, escombro y cicatriz. Madre: a la hora del ángelus se desvanece tu rostro. Pesa la tierra sobre mi cuerpo abandonado y mi boca conoce el semen del olvido.
Náusea de la luz que así amanece.
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